Hasta la raíz by Javier Rodrigo

Hasta la raíz by Javier Rodrigo

autor:Javier Rodrigo [Rodrigo, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2007-12-31T23:00:00+00:00


Foto 11. «Con el trabajo, el Pan y la Justicia de la Patria, poco a poco van los prisioneros reconstruyendo lo que ellos mismos destruyeron antes con dinamita». El trabajo forzoso en 1938.

El objetivo inicial por el cual se pusieron en funcionamiento los campos de prisioneros fue el de utilizar la mano de obra forzosa de los prisioneros de guerra, encuadrados en Batallones de Trabajadores. Durante la Guerra Civil, el empleo de la mano de obra forzosa de los prisioneros de guerra se convirtió en algo habitual. Con el tránsito, desde aproximadamente noviembre de 1936, desde una fase de golpe de Estado a otra de guerra civil tanto en lo referido a las operaciones militares como al empleo de la violencia política, el recurso a los prisioneros y penados para que «colaborasen» en la victoria de los sublevados sentó las bases de un sistema de explotación laboral más que beneficioso para el Estado y, evidentemente, para los particulares, ayuntamientos, empresas que emplearon este moderno sistema de esclavitud por motivos políticos. La aportación de la mano de obra forzosa tenía, pues, una razón última bastante prosaica, fundamentada en motivos bélicos e intendentes: en una guerra de larga duración, tanto o más importante es un soldado disparando en el frente como un prisionero de guerra excavando trincheras, levantando puentes o acarreando víveres. Pero a esas motivaciones se unía, además, el deseo consciente de castigar a los perdedores, a los vencidos, de humillarles y de someterles a durísimas jornadas de trabajo, sin más compensación que la de no verse entre los muros de una cárcel o frente a un pelotón de fusilamiento.

Esa moderna forma de esclavitud, de humillación y de construcción, en lo físico y lo simbólico, de una auténtica comunidad nacional, de una «verdadera» España, se cimentaba sobre un aparato ideológico y una definida cosmovisión de los enemigos de la patria: los engañados, los descarriados, por fin vencidos, reconstruían. Las infraestructuras, pero no sólo: también la Patria. Reconstruían, trabajaban para acabar con las huellas físicas de la Guerra Civil, y para horadar en las huellas sentimentales, en la memoria de la derrota. Para los vencedores, los trabajos hechos con mano de obra forzosa fueron un pago, un castigo, un lógico final de la Guerra y de su propagandístico prolegómeno, la República. Para los vencidos, fueron la humillación, la explotación de su mano de obra y la de las vidas de sus familiares. De puertas para afuera, las reconstrucciones ponían fin al supuesto ciclo histórico República-Guerra Civil, para abrir el de la Paz: el epígono de esa interpretación que separa la dictadura de la guerra, como si aquélla no fuese hija de ésta; sería, y sigue siendo aún hoy, la estructuración como ciclo histórico unitario de la dictadura y la transición a la democracia. De puertas para adentro, sin embargo, campos de concentración, Batallones de Trabajadores o Batallones Disciplinarios —por no hablar de la mano de obra penada: Regiones Devastadas, Colonias Penitenciarias, etc.— tenían un eminente carácter educativo. Enseñaban el lugar que en



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